El activista de inmigración José Antonio Vargas hizo un llamado público el domingo para mostrar compasión con los niños que buscan refugio en Estados Unidos.
"¿Cómo pueden mirar a los ojos a estos niños y no darse cuenta de que no pueden devolverlos?", dijo Vargas en la iglesia Catedral de la Esperanza en Dallas. "¿Cómo pueden no darse cuenta de que estamos mirando el alma de lo que significa este país?".
El periodista ganador del premio Pulitzer entiende de manera personal los retos que enfrentan los inmigrantes. El domingo se cumplieron 21 años de que Vargas llegó a Estados Unidos desde Filipinas.
En el 2011 reveló públicamente que era uno de los alrededor de 11 millones de inmigrantes no autorizados que hay en el país.
Su madre lo envió a vivir con los padres de ella en California cuando él tenía 12 años.
No fue hasta que quiso tramitar una licencia de manejar cuatro años después que supo que su tarjeta verde y pasaporte eran apócrifos.
Al hablar en la catedral de Oak Lawn, Vargas dijo que Estados Unidos vive no solamente una crisis migratoria sino también de identidad.
En su discurso trazó un paralelo entre la actual situación y la historia del país. El primer inmigrante que pasó por Ellis Island en 1892 era una adolescente irlandesa acompañada solo por dos hermanos menores.
Vargas, director de la organización de lucha por la inmigración y la ciudadanía Define American, recientemente fue detenido en un retén de la Patrulla Fronteriza en McAllen cuando visitaba un albergue para menores de edad no acompañados provenientes de Centroamérica.
Las cortes de inmigración tienen mucho trabajo atrasado, y Vargas todavía está esperando a que le den una fecha para su audiencia de status migratorio.
"Pese a los miles de millones de dólares que ha gastado este país y este estado en seguridad fronteriza…. no creo que la humanidad haya construido una frontera que pueda resistir la voluntad humana", dijo.
Otro de los oradores en la catedral el domingo fue el juez del condado de Dallas Clay Jenkins, quien la semana pasada anunció que a esta área metropolitana no llegarían niños inmigrantes.
Después de que por varias semanas estuvo gestionando para darles albergue, Jenkins dijo estar agradecido por las muestras de compasión que han mostrado muchas personas hacia los niños que huyen de la violencia en Honduras, Guatemala y El Salvador.
Dijo que aunque funcionarios federales habían rechazado el ofrecimiento del condado de proveer alojamiento a los niños, decenas de miles de niños solos necesitan ayuda de abogados, traductores y hogares adoptivos.
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